Salida del emigrante

Los viajes de los emigrantes asturianos a América variaban según las condiciones en que se realizaban. Como ejemplos tenemos el diario de Pedro Fernández de 19 años, embarcado ilegalmente en La Coruña (1899) para Argentina con objeto de liberarse del servicio militar y como contrapunto el viaje a Cuba de Modesto Montoto (1927-28) un hombre con negocios en ese país y en donde podemos apreciar las diferencias de los viajes.

Grabado donde se ve un gran vapor de popa y gente embarcando desde los botes que se ven con los equipajes que llevaban.

Diario de Pedro Fernández

...dieron a cada viajero un plato de loza y un tarrito también de la misma materia, juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas, bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien condimentadas por un viejo y divertido cocinero español; ¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte de nosotros provistos del servicio de mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás para llegar primero al caldero que contenía el rancho; ¡cuántos con el apuro se quemaban las manos viéndose por este motivo a tirar con plato y comida! Los que como a mí no les gustaba el pan comíamos el primer plato a toda prisa no haciendo caso aunque la comida de tan caliente como estaba llevase consigo pedazos de piel del paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que llegásemos al reenganche, como allí se decía cuando se volvía por otro plato de comida. Por la mañana nos apresurábamos a buscar el café armado cada uno con su tacita, en la cual nos daban también el té al anochecer. Cuando a alguno se le rompía alguno de los servicios de mesa robaba a otro lo que necesitaba, este hacía lo propio con los demás, y así sucesivamente todos de modo que todo se volvía robos de platos y tazas, viéndose uno obligado a guardarlos con más cuidado que si fuesen oro si no quería exponerse a tener que esperar a que alguno de sus amigos comiese para luego servirse él de sus utensilios y para que le prestasen era menester que la amistad fuese íntima. Yo también fui víctima de un robo de esta clase pues aunque tuve buen cuidado de guardar el plato bajo el colchón de mi cama, esto no impidió que me lo robaran viéndome por esto obligado a servir la comida y bebida en la tacita que a lo sumo tendría capacidad para medio cuartillo; en esta situación estuve dos días pero luego comprendí la necesidad de hacer como los demás y en efecto, fingiendo irme a dormir a mi camarote desde él robe un plato de unas alforjas que cerca de mí tenían colgadas unos Leoneses y con esto salvé la situación. Las camas consistían en unos cajones parecido al la mitad de un ataúd que sirve de último reposo hombre y muchas veces al verme acostado venía a mi memoria el más triste de los recuerdos humanos ¡la muerte! El colchón no era otra cosa que un saco lleno de yerba seca, y por almohada teníamos unos pedazos de corcho unidos entre sí por unas cintas y cubiertos de lona, a los cuales llamaban salvavidas, además a cada persona le dieron una manta o cobertor para cubrirse.

Foto donde se ve la escalerilla del barco y gente subiendo por ella cargados con  mantas y otros enseres.

Diario de Modesto Montoto

OCTUBRE 1927 Día 14, viernes: A las nueve de la mañana salimos en auto Faustino y yo para la estación del Norte. Antes me despedí de todos los de casa y de mi hija Carmina, que se encontraba un tanto delicada de salud. En la estación me despedí de Faustino y de Paco Sarandeses y en el tren correo salí para Gijón. Ya en Gijón visité a la familia de Julio Peinado de la que me despedí. Fui a la oficinas de la Transatlántica, donde pagué y me entregaron el billete del pasaje; desde allí, luego de hacer algunas compras, me dirigí al restaurante «Mercedes» en compañía de Julio Peinado, su hijo Juan y su cuñado César y allí almorzamos. A las dos y media salimos los cuatro en el tranvía para el Musel: llovía bastante. En el puerto me esperaban Ángel y Antonio, Alfredo, Angelín, Felicita y Ulpiano. Abreviamos la despedida y como seguía lloviendo se marcharon en sus autos a las cuatro; media hora más tarde abandonaban la cubierta del buque Julio, Juan y César; a las cinco zarpó el «Alfonso XIII». A causa de la lluvia y niebla consiguiente no me fue posible admirar nuestras costas. Con el corazón lanzo un adiós a los míos, a la Santina de Covadonga y a Asturias. Bajé al camarote: anochecía.


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Última actualización:   Lunes, 26-Mar-2007        Creative Commons License  1996 -2007 José Luciano Menéndez Muslera (muslera.com)

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